martes, 24 de febrero de 2009

Vivire

Cuándo va a ser el día en el que se pueda disfrutar sin preocuparse
No se porqué, quizás sea algún rebusque del guardián del paraíso
La alegría nos reniega, porque no somos capaces de verla con simplicidad,
a veces se quiere todo en grande y eso le disgusta un poco

La vida es un largo camino, y como que todos los días
Nos muestra sus más lindas y sus más feas caras
Falta que miremos un poco la mitad del vaso lleno
La ansiedad nos llena de angustia, y no nos deja ver
Lo bueno de las cosas simples.

El alma extraña la sonrisa, pero tiene esperanza que volverá
Es la única manera de seguir vivos, que el alma siga en pie
Cómo combatirle a este malestar, la respuesta está en levantar la frente
Observar y no mirar, escuchar y no oir, actuar y no hablar

Ser conciente de que no te vas a arrepentir de lo que hagas
De que la vida es para vivir, para reir, para llorar,
Para que así la muerte sea solo un estado del cuerpo
Porque solo los que no aprendieron a vivir, mueren del todo



Bruno Suarez

jueves, 12 de febrero de 2009

Es solo navegar


Río de esperanzas, de amarguras,
mar de penas y alegrías,
marinero en el medio,
y muy solo

La bondad del bote
es su confianza.
Nos hace depender de nosotros
y de ahí no se puede huir












Vientos de tristezas, de pensamientos,
brisas de males y tempestades,
tempestades de frustraciones y felicidades,
lluvias de amarguras y contentos,
pero qué lindo es darse al viento

Y el bote en pie
como debe ser...
El único requisito es
tratar de llegar lo más lejos

Tratar de recorrer
los mayores destinos...
Conocer, divulgar...
para después tirarse a descansar,
hasta que la hora llegue...


Bruno Suárez, desde Mendoza.
Baldosas Flojas

Entrevista a Pablo Alabarces: “La cuestión es demostrar quién tiene más aguante”


El sociólogo dice que para entender la violencia en las canchas, es necesario comprender la noción de aguante. Además sostiene: “el fútbol tuvo una importancia grande en la invención de algo llamado argentinidad pero no decisiva” y advierte que el deporte más popular de los argentinos no genera patriotismo sino patrioterismo.

“Voy a estar ocupado, no me pases llamadas por favor”, advierte el sociólogo Pablo Alabarces a su secretaria con la seriedad propia de un estudioso. La oficina, más bien chica, con un escritorio a tono con la biblioteca y papeles aun en el sitio más remoto donde la mirada se clave, tiene vista a la calle. Seguro que el ruido de los autos y el smog le molesta, pero no reniega, al menos en una hora de plática. Ni Comte ni Durkheim habrían imaginado que el fútbol lograra convertirse en un hilo conductor de narrativas tradicionalistas e identificatorias de una sociedad. Sin embargo lo es: “la respuesta fácil sería decir que el fútbol es un deporte de masas, la respuesta más compleja es, en realidad, un grupo de tradiciones, un grupo de relatos y un grupo de identidad, desde el nivel micro, el nivel barrial, hasta el nivel nacional”.

¿Por qué dentro del imaginario social de los argentinos, el fútbol es tan importante?

Hay épocas en las que parece que estuviese desbordado y no lo es tanto. Quiero decir, acá lo que es necesario hacer, es pensarlo históricamente. Si vos lo que haces es mirarlo un mes antes del mundial, sonaste. Llegas a la conclusión de que si hay algo que inventó la argentinidad es el fútbol. Cuando uno lo ve históricamente en dimensiones más extensas, tranquilamente y por fuera de la influencia de los medios, el fútbol tuvo una importancia grande en la invención de algo llamado argentinidad pero no decisiva, ni cosa que se le parezca. Esto es, por supuesto que sin el fútbol Argentina hubiese sido distinta, pero no tan distinta. Sin la inmigración Argentina hubiese sido radicalmente otra, sin el peronismo también, sin el fútbol hubiera sido distinta y nada más. Esto no es desvalorisarlo, sino colocarlo en su justo lugar.

Entonces... el fútbol es sólo un elemento de la identidad nacional

Sí. Esto uno lo experimenta corriéndose un poco de Buenos Aires. Digo, por ejemplo, la mitología por la cual el tango es la música nacional se disuelve apenas uno se aleja 40 kilómetros de la General Paz. Y así uno podría seguir. Es muy bueno en ese sentido el último libro de Martín Caparroz (El interior), que intenta armar una especie de collage de su viaje por el interior, de Buenos Aires para el norte. Qué significa ser argentino: participar de un relato en el cual figuran el Charro Moreno, el Sudamericano del 47, los Carasucias del 57 y Maradona del 86. El fútbol contribuye a armar ese relato, esa imaginación nacional. Ahora si el fútbol contribuye a generar mas patriotismo, no. Contribuye a generar más patrioterismo, que no es lo mismo, y muy especialmente los últimos años donde se transforma en un argumento de ventas. Un colega chileno decía que el deporte es un ingrediente fundamental de lo que podemos llamar nacionalismo de mercado, en el cual lo patriótico es un argumento de venta. Si uno se guía por la publicidad de Adidas, de CTI, de Nike, de Coca Cola o de Quilmes, por ejemplo, la Argentina no existiría si no existiese el fútbol.

Pablo Alabarces obtuvo en 1987 la licenciatura en Letras en la UBA, en 1999 un Magister de Sociología en la Universidad Nacional de San Martín y un doctorado en Filosofía en la Universidad de Brighton (Inglaterra) en 2002. Con la ingrata presencia del nublado cielo inglés escribió parte importante de su obra fundamental “Fútbol y patria. El fútbol y las narrativas de la nación en Argentina”. No obstante, el pseudo-debate mediático que generaron los hechos de violencia en las canchas del fútbol argentino volvió a poner en el eje de la discusión el tema de las hinchadas y particularmente las barras bravas. En sus libros “Crónicas del aguante” e “Hinchadas”, Alabarces enfatiza sobre tal polémica.

¿Por qué se suscita la violencia en el fútbol?

Hay una cosa en el fútbol y es que tiene una autonomía importante, esto es, cosas que se producen en el interior del estadio o dentro de la cultura futbolística y no se producen afuera. Porque está la idea del estadio como zona liberada, por eso la idea de demostrar la posición de aguante en relación con el fútbol es válida, pero demostrar la posición de aguante en una oficina no es tan valido.

Creo que la violencia funciona para muchos actores como una forma de estirar los limites de la conciencia. Funciona como una suerte de droga no sintética. Una especie de adrenalina, que es muy satisfactoria y muy placentera para muchos.

¿Por qué un hincha puede llegar a dar la vida por sus colores?

Es una relación puramente discursiva que sostiene que esos colores se llevan en el corazón, el corazón a su vez como metonimia del sentimiento y entonces ahí lo que se arma es una relación que se dice puramente pasional. Cuando digo que se dice puramente pasional, es porque en realidad hay una racionalidad atrás, decir que es pasional y en consecuencia justificar absolutamente todo. Esto no es como dice el viejo mito hay razones del corazón que la razón no entiende. Las razones del corazón también se entienden y en los últimos 20 años especialmente hay una deliberada construcción de un discurso de las pasiones y de los sentimientos que arma una especie de educación sentimental de los argentinos según la cual ser hincha de fútbol, es lo más auténtico que puede tener un ser humano. A partir de ahí se arma todo este relato en el cual están los colores en el corazón, te sigo hasta el cajón y todas esas pavadas.

¿Puede, entonces, considerarse fundamentalismo?

En la cultura argentina hay fundamentalismo de toda clase. Los menottistas y bilardistas son fundamentalistas. Yo prefiero no seguir esa línea porque está el riesgo de que rápidamente comparas a los hinchas de Almirante Brown con talilbanes y, aquí, no hay religión. Acá no hay Corán, no hay Mahoma ni nada que se le parezca, por eso en este sentido prefiero no usarlo. Lo del fundamentalismo me gusta más para pensarlo en termino de estas ideologías casi sacralizadas como son el menottismo y el bilardismo. Afortunadamente parece que van en retroceso, pero ahí si hay fundamentalismo biológico. Por el otro lado se trata de intolerancia, no de fundamentalismo, esa intolerancia que arranca en el tengo aguante y termina en el no existís...

¿La metáfora de dar la vida es un extremismo?

Sí. Más que el dar la vida por los colores, está la noción de aguante. Lo que hay que demostrar no es que uno puede dar la vida, sino que uno puede tener aguante. La cuestión es demostrar quién tienen más aguante... Y eso sí es el operador más fuerte en la violencia...


Baldosas Flojas

jueves, 5 de febrero de 2009

El lado bueno


UNO
Leo en el fascículo de The New York Times incluido el pasado jueves en El País un artículo sin firma titulado “El lado bueno de la crisis”. Me sumerjo en él sin demora, pero ya a la cuarta línea descubro que quien asegura que éstos “son tiempos maravillosos” es un pastor del Centro Cultural Cristiano de Brooklyn llamado A. R. Bernard, quien, a continuación, profundiza en su particular idea del milagro: “La crisis es una gran oportunidad evangelista para nosotros. El hecho de que la gente se vea tan afectada puede abrir puertas”. Aleluya. Visto de ese modo, entonces los momentos más oscuros de la historia fueron, siempre, religiosamente inolvidables. Bernard debería saber que de las grandes crisis –recordar a un tal Adolf Hitler– suelen surgir peligrosos falsos profetas. Y debería preguntarse también por qué será que durante los terremotos siempre se vienen abajo las iglesias sobre los temblorosos fieles.

DOS Continúo leyendo la noticia y allí aparecen también citadas las palabras del sociólogo estrella Gilles Lipovetsky, quien celebra la recesión sufrida en Francia porque pondrá en su sitio a los fabricantes y consumidores de artículos de lujo: “Representan el derroche, lo superficial, la desigualdad de la riqueza”. Idea completada por una tal Elaine Sciolino, quien asegura que ha llegado el momento de alegrarse por “la posibilidad de recuperar las clásicas virtudes francesas de la moderación y la modestia”. Lipovetsky y Sciolino no parecen comprender que los principales afectados por esta crisis no son los magnates sino los humildes. Y así es como una reciente feria de artículos para millonarios en Alemania rompió todos los records de ventas. La explicación para semejante “lado bueno” es que los ricos, en tiempos duros, deciden gastar más que nunca, para no deprimirse, para seguir sintiéndose ricos y sabrosos.

TRES Durante la guerra de Vietnam, los noticieros norteamericanos de la noche crearon una nueva sección –antes del pronóstico meteorológico– donde se daba cuenta de las nuevas bajas del día. La costumbre ha vuelto, pero lo que se informa ahora son los despidos de la jornada. Así, noches atrás me enteré de los caídos en Kodak, Starbucks, Ford y AOL. Unos 13.100 puestos. Podía imaginármelos: todos tan felices de recibir sus últimos cheques y de ahí, derechito, rumbo a las iglesias del padre Bernard, quien los espera con los brazos abiertos feliz al enterarse de que el Fondo Monetario Internacional ya asegura que esta crisis será peor que las de 1974 y 1980.

Mientras tanto, en España, la sensación es que nadie sabe muy bien qué es lo que pasa. Una cosa sí está clara: el país ya ha entrado en la recesión más grave de su historia y se viene la deflación, cuyo “lado bueno” es que bajarán los precios de productos que ya nadie podrá comprar. La cuestión aquí es dónde está la puerta de salida. Se suponía que todo esto comenzaría a cambiar el próximo abril, luego a finales del 2009, después a principios del 2010, y ahora ya se habla de que tendremos que ir pensando en nuevos “lados buenos” hasta por lo menos las orillas del 2011. El gobierno de Zapatero (y Solbes, su inefable experto económico) se la pasan arrojando pronósticos que, de inmediato, son considerados demasiado optimistas por los entendidos. Para colmo, el futuro del país a mediano plazo no luce demasiado promisorio. La crisis ha de-sarmado todos los índices de crecimiento y así, para el 2018 –por el frenazo de una inmigración que ya no piensa en España como en la Tierra Prometida– se sabe ya que habrá más jubilados y menos niños. Y el tema es de dónde va a salir el dinero para costear las jubilaciones y la asistencia médica de una nación de viejos que cada vez viven más.

CUATRO Para Zapatero, el “lado bueno” de todas estas revelaciones pasa porque coinciden con el descalabro del Partido Popular, metido en un escándalo de espías de sí mismos que no recuerdan a John Le Carré sino a Mortadelo y Filemón. Mariano Rajoy aparece con su habitual sonrisa trémula llena de dientecitos (tan parecida a un rictus mitad de asco y mitad de pánico), su partido se desploma en las encuestas de intención de voto y de nada sirven sus reproches al gobierno por el bestial aumento de la desocupación y los pedidos de confianza a la gente recordándoles aquello de que “la economía es un estado de ánimo”. De acuerdo, es posible que así sea, pero se trata de un estado de ánimo más bien triste. Y si no, pregúntenselo al mendigo que robó en Barcelona media barra de pan y ahora se enfrenta a año y medio de cárcel. El “lado bueno” es que tal vez alguien lo use para una versión local de Los miserables y gane uno de los muchos premios literarios locales.

CINCO Otro “lado bueno” lo han experimentado los guardias de seguridad, quienes han descubierto una nueva faceta de su trabajo. La filial de Pirelli en Manresa, Cataluña, contrató a unos cuantos para que sean ellos los que informen a 257 trabajadores que estaban despedidos. Así, la gente iba llegando y se encontraba con un musculoso que le pedía sus documentos, comprobaba si su nombre figuraba en una lista negra y los enviaba de regreso a casita. El “lado bueno” es que llegaron a tiempo para ver los talk-shows de la mañana y enterarse así de con cuál modelo es que sale Casillas, arquero de la selección de fútbol. El “lado bueno” es que España va bien en deportes. Aunque Nadal, se sabe, sea extraterrestre.

SEIS Para terminar, el artículo ya mencionado de The New York Times incluía también la felicidad de los altos mandos militares (porque la crisis había vuelto a hacer de la carrera en el ejército algo atractivo) y, sobre todo, de los adoradores del skate. Este fue el “lado bueno” que más me gustó de todos. Parece ser que –por el parón del desarrollo inmobiliario en California– los skaters se han encontrado con cientos de casas deshabitadas y piscinas vacías donde hacer lo suyo. Un paisaje entrópico y ballardiano al que ya acuden skaters de Australia y Alemania. “Tenemos tantas piscinas que no sabemos qué hacer con ellas”, aseguraba allí, deslizándose, un acólito. Y, en su página web, concluía: “Dios bendiga a Greenspan, santo patrono del skate en piscina”.

El lado malo de todo lo anterior es, claro, todo lo demás.


Rodrigo Fresán. En Página 12. Miércoles 4 de Febrero de 2009.