martes, 30 de septiembre de 2008

Mecánicos

Mi padre era muy malo al volante. No le gustaba que se lo dijera y no sé si ahora, en la serenidad del sepulcro, sabrá aceptarlo. En la ruta ponía las ruedas tan cerca de los bordes del pavimento que un día. indefectiblemente, tenía que volcar. Sucedió una tarde de 1963 cuando iba de Buenos Aires a Tandil en un Renault Gordini que fue el único coche que pudo tener en su vida. Lo había comprado a crédito y lo cuidaba tanto que estaba siempre reluciente y del motor salían arrullos de palomas. Me lo prestaba para que fuera al bosque con mi novia y creo que nunca se lo agradecí. A esa edad creemos que el mundo solo tiene obligaciones con nosotros. Y yo presumía de manejar bien, de entender de motores, cajas, distribuidores y diferenciales porque había pasado por el Industrial de Neuquén.Antes de que me fuera al servicio militar me preguntó que haría al regresar. Ni él ni yo servíamos para tener un buen empleo y le preocupaba que la plata que yo traía viniera del fútbol, que consideraba vulgar. A mi padre le gustaba la ópera aunque creo que nunca conoció el Teatro Colón. Venía de una lejana juventud antifascista que en 1930 le había tirado piedras a los esbirros del dictador Uriburu, y conservaba un costado romántico. Cuando le dije que quería seguir jugando al fútbol, lo tomó como un mal chiste. Me aconsejó que en la conscripción hiciera valer mi diploma de experto en motores para pasarla mejor. Siempre se equivocaba: fue como centro-delantero que evité las humillaciones en el regimiento. Cualquiera arregla un motor pero poca gente sabe acercarse al arco. La ambición de mi padre era que yo conociera bien los motores viejos para después inventar otros nuevos. Igual que Roberto Arlt, siempre andaba dibujando planos y haciendo cálculos. Una tarde en que me prestó el Gordini para ir al bosque me anunció que al día siguiente, aprovechando sus vacaciones, lo íbamos a desarmar por completo para poder armarlo de nuevo.Yo no le hice caso pero el se tomó el asunto en serio. En el fondo de la casa tenía un taller lleno de extrañas herramientas que iba comprando a medida que lo visitaban los viajantes de Buenos Aires. Como no podía pagarlas, los tipos entraban de prepo al taller, se llevaban las que tenía a medio pagar y de paso le dejaban otras nuevas para tenerlo siempre endeudado. Había algunas muy estrambóticas, llenas de engranajes, sinfines, manómetros y relojes, que nadie sabía para que servían.A la madrugada dejé el coche en el garaje y me tire en la cama dispuesto a dormir todo el día. Pero a las seis mi viejo ya estaba de pie y vino a golpear a la puerta de mi pieza. Mi madre no me permitía fumar y el entrenador tampoco, así que cuando me ofrecía el paquete yo sonreía y lo seguía por el pasillo poniéndome los pantalones. Caminaba delante de mí, medio maltrecho, y lo sorprendía que yo pudiera saltar un metro para peinar la pelota que bajaba del techo y meterla por la claraboya del taller.--Sos un cabeza hueca--me decía.Se reía con Buster Keaton y leía La Prensa, que le prestaba un vecino. Tal vez había envejecido antes de tiempo o quizá se enamoró de una mujer intocable en uno de esos pueblos perdidos por donde nos había arrastrado. Nunca lo sabré. Mi madre ha perdido la memoria y apenas si recuerda el día en que lo conoció, ya de grande, en las barrancas de Mar del Plata.Me miró y dijo: "Vamos a desarmar el coche. Después, cuando lo volvamos a armar, no nos tiene que sobrar ni una arandela, así aprendés". Era un día feriado, sin fútbol ni cine. Hacía un calor terrible y a mediodía el cura del barrio se presentó a comer gratis y a ver televisión. Pero antes de que llegara el cura mi padre me pidió que eligiera por donde empezar. Parecía un cirujano en calzoncillos. Sudaba a mares por la piel de un blanco lechoso que yo detestaba. Al agacharse para aflojar las ruedas del Gordini se le abría el calzoncillo y las bolsas rugosas bajaban hasta el suelo grasiento. Puso tacos de madera bajo los ejes y empezo a sacar tornillos y tuercas, bujes y rulemanes, grampas y resortes. A mí me daba bronca porque creía que nunca más iba a poder llevar a mi novia al otro lado del río y entre los árboles.Igual ataqué el motor con una caja de llaves inglesas, francesas y suecas. A mediodía, cuando el cura asomó la cabeza en el taller, ya teníamos medio coche desarmado. Los dos estábamos negros de aceite y habíamos perdido por completo el control de la operación. Mi padre había desmontado todo el tren delantero, la tapa del baúl, el parabrisas, y asomaba la cabeza por abajo del tablero de instrumentos. Atrás, yo había sacado válvulas y culatas y trataba de arrancar el maldito cigueñal. De vez en cuando mi viejo gritaba "Carajo, qué mal trabajan los franceses" y arrojaba el velocímetro sobre la mesa mientras arrancaba con furia el cable del cebador. El cura nos miraba perplejo con un vaso de vino en una mano y la botella en la otra y de pronto le preguntó a mi padre cuántas cuotas llevaba pagadas. Ahí se hizo un silencio y el otro casi se pierde los tallarines gratis:--Doce-- le contestó de mal humor mi viejo, que era devoto de cristos y apóstoles . Y con la ayuda de Dios todavía tengo que pagar otras veinticuatro.Tardamos tres días para convertir al Gordini en miles y miles de piezas diminutas y tontas desparramadas sobre la mesada y el piso. La carcasa era tan liviana que la sacamos al patio para lavarla con la manguera. La segunda tarde mi madre nos desconoció de tan sucios que estábamos y nos prohibió entrar a la casa. Dormíamos en el garaje, sobre unas bolsas, y allí nos traía de comer. Vivíamos en trance, convencidos de que un técnico diplomado en el Otto Krause y un futuro conscripto de la Patria no podían dejarse derrotar por las astucias de un ingeniero francés. Fue entonces cuando mi padre decidió comprimir el motor y aligerar la dirección para que el coche cumpliera una performance digna de su genio. Hizo un diseño en la pared y me preguntó, desafiante, si todavía pensaba que el fútbol era mas atrayente que la mecánica. Yo no me acordaba cual pieza concordaba con otra ni qué gancho entraba en qué agujero y una noche mi padre salió a buscar al cura para que con un responso lo ayudara a rehacer el embrague. Al fin, una mañana de fines de febrero el coche quedó de nuevo en pie, erguido y lustroso, más limpio que el día en que salió de la fábrica. Lo único que faltaba era la radio que el cura nos había robado en el momento del recogimiento y la oración.Le pusimos aceite nuevo, agua fresca, grasa de aviación y un bidón de nafta de noventa octanos. Hacía tiempo que mi padre había perdido los calzoncillos y se cubría las verguenzas con los restos de un mantel. Mi novia me había abandonado por los rumores que corrían en la cuadra y mi madre tuvo que lavarnos a los dos con una estopa embebida en querosene. En el suelo brillaba, redonda y solitaria, una inquietante arandela de bronce, pero igual el coche arrancó al primer impulso de llave. Mi padre estaba convencido de haberme dado una lección para toda la vida. Adujo que la arandela se había caído de una caja de herramientas y la pateo con desdén mientras se paseaba alrededor del Gordini, orgulloso como una gallo de riña. Después me guiñó un ojo, subió al coche y arrancó hacia la ruta. A la noche lo encontré en el hospital de Cañuelas, con un hombro enyesado y moretones por todas partes.--Andá--me dijo--. Presentate al regimiento como mecánico, que te salvas de los bailes y las guardias.Ese año hice mas de veinte goles sin tirar un solo penal. Por las noches leía a Italo Calvino mientras escribía los primeros cuentos. Mi viejo sabía aceptar sus errores y cuando publiqué mi primera novela, y me fue bien, se convenció de que en realidad su futuro estaba en la literatura. Enseguida escribió un cuento de suspenso titulado La luz mala, que inventó de cabo a rabo. Como Kafka, murió inédito y desconocido de los críticos. Por fortuna para el su único enemigo, grande y verdadero, había sido Perón.


Osvaldo Soriano, extraído de "Cuentos de los años felices" (1993)

lunes, 15 de septiembre de 2008

Resumen de noticias

El pánico causado por la (según analistas de la plata grande) caída, quiebra, pero nunca sumisión de Leheman Brothers pone en jaque a casi todas las economías mundiales. La recesión que amenaza a los Estados Unidos es algo así como un monstruo, más fiero que todos los feos y sucios que habitan el planeta. Los buenos, bellos y blancos están preocupados. Aquí, justo aquí a la vuelta, un pibito de no más de nueve años le pide una moneda a todos los que pasan por la vereda. Los mercados en la Argentina sufren la crisis internacional, la caída del índice MerVal parece no conocer fin. En el mundo, la preocupación es grande, el cielo está a punto de estallar con yenes, dólares, euros, pesos y oro. Una nena, de repente, aparece sola en un vagón del San Martín caminando con un montón de estampitas de distintas vírgenes que su mano casi no alcanza a sujetar. Cuatro años tendrá, más o menos y con suerte pronuncia como un tarareo: "no tiene una moneda por favor". El riego país llega a los 758 puntos, dice JP Morgan. Los bonos caen alrededor de un cinco por ciento. La cosa está jodida entonces. Qué significaría: "Todo se va al carajo". George Bush está convencido de que el sistema financiero no colapsará. Los chicos que trabajan como telemarketers no se preocupan y cada tanto llaman ofreciendo novedades imperdibles al costo de una pierna de Messi. Si, los posibles jóvenes de la Argentina del futuro trabajan por 600 pesos, a comisión, pero, ojo, tienen media hora de gracia en la que deben comer, mear, charlar, fumar y tomarse un clonazepam. El temor porque la historia se repita y un nuevo acabose económico como el crack de 1929 aparezca entre las hordas de trajeados, afeitados al ras y con perfume francés pone en evidencia que hasta los elefantes pueden caer producto del soplido de un bebé. La tarde del conurbano está soleada y fresca. Un obrero regresa de su trabajo, cruza la calle con la radio en su oreja. Escucha el sorteo de la quiniela. La sirena de una ambulancia suena cinco cuadras para el lado de la estación. La noticia del suicidio de un muchacho de treinta y cinco años llega más tarde, pero segura. No tiene nada que ver con la quiebra Leheman Brothers, a algunos los mata la soledad. Los millones de las reservas, los millones de las quiebras y de las guerras qué son, dónde viven, en qué mundo, acá, muchos pibes mueren entre desidia, resignación, hambre y sin saber. Los desnutridos, los hambrientos, los nada sólo serán tapa de los diarios cuando se coman entre ellos. A la gente le gusta el morbo, dirán. Wall Street cayó un 2,5, Londres un 3,92, París, 3,78...


Lucas Frioli

miércoles, 10 de septiembre de 2008

“La sombra de mi alma”, de García Lorca

La sombra de mi alma
huye por un ocaso de alfabetos,
niebla de libros
y palabras.
¡La sombra de mi alma!
He llegado a la línea donde cesa
la nostalgia,
y la gota de llanto se transforma
alabastro de espíritu.
¡La sombra de mi alma!
El copo del dolor
se acaba,
pero queda la razón y la sustancia
de mi viejo mediodía de labios,
de mi viejo mediodía
de miradas.
Un turbio laberinto
de estrellas ahumadas
enreda mi ilusión
casi marchita.
¡La sombra de mi alma!
Y una alucinación
me ordeña las miradas.
Veo la palabra amor
desmoronado.
¡Ruiseñor mío!
¡Ruiseñor!
¿Aún cantas?

Federico García Lorca

martes, 2 de septiembre de 2008

“No escribimos para el hit”

Fernando Vecchio, guitarrista de Las Pastillas del Abuelo, habló con Baldosas Flojas sobre "Crisis", el nuevo disco de la banda. Los sueños, la música y la vida, otros temas recurrentes. Pase y lea.





Para las Pastillas del Abuelo la calle es su lugar, aunque su mayor difusión la tuvieron mediante Internet. Por eso no sorprende que mientras hablamos con el guitarrista de la banda, Fernando Vecchio, se escuchen los colectivos y el sonido de los autos sobre avenidas. Mucho menos sorpresa causa que el tercer disco de la banda se llame "Crisis" y lo presenten en el Microestadio de Argentinos ante una multitud de gente que agotó las entradas quince días antes.
¿ De qué se trata el disco nuevo?
"Crisis" es distinto a los otros dos desde las letras, el audio. El estilo musical sigue siendo Las Pastillas del Abuelo, eso es el concepto, cuando grabamos el segundo disco los temas eran distintos al primero y este lo mismo, hicimos los temas que salieron en este momento con arreglos como no lo habíamos hecho antes, nos tiene contentos a todos, con muchos músicos invitados, tiene más fusión, vientos, mucho folklore, chacareras, si bien ya lo habíamos hecho antes, ahora tiene un formato más acústico, se parece más a la concepción del instrumento respetando la manera de hacerlo.
Tocaron en Obras en el marco de un megafestival, hicieron un Luna Park ahora el Microestadio de Argentinos ¿Qué se siente?
Es una nueva oportunidad de cumplir una meta, un sueño. Cuando arrancas no pensas en tocar en esos lugares, haces música para que las letras lleguen, pero a medida que vas dando pasos te entusiasmas y decís mira si llegamos ahí, la verdad que yo quiero llegar a River, es una ilusión, son esas aspiraciones que te mantienen vivo, por suerte a nosotros algunas se nos dieron.
¿ Crees que mueren algunos estilos y nacen otros?
Creo que depende mucho de las modas, hace poco vimos como resurgió el reggae, la gente va variando en sus gustos y me parece bien, hasta las bandas van cambiando la forma de hacer música, cuando empezás sonas con algún estilo y después vas buscando otros, difícil quedarte siempre en un sólo estilo musical habiendo tantos.
¿El rock es una forma de vida?
Es una forma de arte, la música es arte, una forma de expresarte, un espacio para decir lo que pensas, el lugar donde te sentís cómodo, el rock filosóficamente es para patearte el tablero, nosotros con nuestras canciones no queremos decir cómo hacer las cosas, contamos lo que nos pasó a nosotros. Seguramente a alguien le pasó, entonces alguien se engancha y se siente identificado. Por ejemplo te peleaste con tu novia, lo escribís, sale una canción, a alguien le pasó algo parecido y se enganchó pero no escribimos para el hit o para que nos pasen en la radio.
¿Se consideran un ejemplo?
En verdad cualquiera puede ser ejemplo de cualquiera, alguien puede decir mira a este o aquel como hace esto, entonces te tornas ejemplo sin querer, pero en cuanto a la banda no nos consideramos ejemplos en cuanto a cómo se hacen bien las cosas, a veces nos salen bien y nos alegramos y cuando las cosas nos salen mal lloramos nuestras derrotas, la diferencia es que nosotros lo canalizamos por medio de la música, otros lo hacen con el gimnasio o en otro lugar.
Las Pastillas del Abuelo demuestran que con convicciones se pueden hacer temas que conmuevan corazones y que cada cual imagine, interprete y cargue de sentido a las melodías que suenan en un Mp3, IPod, computadora o simplemente en un equipo de música. En primera y última instancia "vivimos distintos destinos cruzando el mismo temporal"


Ping pong:
Arriba o abajo: Arriba
Pizza o empanadas: Raya, un poco y un poco
Una película: El Secreto
Si Fueras el director de un canal de televisión qué programas pondrías y cuál sacarías: Pondría "Qué bochorno" de Torry y sacaría "Bailando"
Un ejemplo: Hay gente que es ejemplo, La Madre Teresa
Agenda o papeles sueltos: No guardo nada, memoria y fallada
Rubia o coloradas: Lindas no tengo preferencias de color de pelo
Tema: "Die to live", de Steve Vai
Un sueño: Transcender