jueves, 31 de julio de 2008

Holen: ir a buscar

Sebastián Zunino, cantante y guitarrista, Tomas Raumschusell, bajo y coros y Facundo Guell baterista de Holen hablaron con Baldosas Flojas respecto a la banda y a su primer disco “Sailormen” que ya está en la calle.


Para una banda que tiene siete años de formación, con su primer disco y varios ep, la pregunta que se haría alguien de afuera es para qué se hacen canciones. La respuesta es muy amplia pero una aproximación a ella se extrae en la canción Atomix del disco debut de los chicos de Ingeniero Maswichtz, “Silormen” en la que gritan: “Hoy te busque, perdido en tus palabras del ayer, ahí estas y no estas. Estoy parado frente a una pared que no tiene fin. A buscar el camino y andar va a parecer, a buscar. Hoy la vida nos enseña a sonreír y a querer ser feliz”

Disuelta esta pregunta existencial surgió preguntar cómo se formó la banda. Facundo Guell (baterista) explica el nacimiento de Holen y con sólo rescatar las palabras clave: una casa, amigos, instrumentos y ganas, cae de madura toda la historia.
Sebastián Zunino, cantante, aclara: “Yo arranqué cuando estaba en la secundaria, no entendía nada, me hicieron una prueba, eran bastante exigentes y quedé, aunque no sé si era porque no tenían a otro. Tocábamos temas de Sui Generis y enseguida hicimos temas nuestros que fue la idea de la banda”

Tomas Raumschusell, bajista, se sumó a Holen en febrero de 2008. Cuenta cómo llegó y sus inicios en la música: “Yo empecé a tocar la guitarra, pero unos amigos tocaban blues necesitaban un bajista por eso cambié el instrumento, después me ofrecieron entrar a Holen y aquí estoy”

Influidos por Pearl Jam, Nirvana, Led Zeppelin, Bob Marley, entre otros a nivel internacional y, fundamentalmente, por Luis Alberto Spinetta, Soda Stereo, Divididos y Sumo de rock local, Holen comenzó a tocar cuando el país y sus instituciones se caían a pedazos en el 2001. No en vano “Holen”, palabra de origen alemán, significa “ir a buscar”.

¿Quién se encarga de la composición y cómo se hace para poner en palabras aquello que sienten y está girando en sus cabezas?
SZ: Depende del estado de animo, cómo está uno y lo que va pasando socialmente. Lo que pasa en el mundo nos choca a todos, de un tiempo a esta parte me fijo más porque es importante que la gente que está escuchando sienta lo que yo escribo y se identifique con lo que la banda quiere expresar, a pesar de que cada persona le da un sentido distinto y eso esta buenísimo.

¿Cuántas veces ensayan por semana, cómo es el día a día de Holen?
SZ: Somos una banda que ensaya mucho en sala propia, cuatro veces por semana, juntamos plata y lo conseguimos. Ensayamos cuatro veces por semana, un día preparamos el show, otro los temas nuevos, otro los covers, así...
FG: tenemos un orden para poder ir armando los recitales, los temas nuevos y las zapadas

La tragedia de Cromagñón es el tema y la euforia se dilata. El cantante Sebastián Zunino toma la posta: “yo creo que hoy uno piensa que era una inconsciencia las bengalas, pero cuando iba a ver a bandas como la Bersuit uno las veía en lugares cerrados o abiertos, y no pensaba que podía ocurrir lo que ocurrió, hoy no veo ni creo que alguien prenda una bengala y eso me parece bien”

¿Consideras que hay algunos empresarios de lugares para bandas que lucran con esta situación?
SZ: Hay algunos políticos que no quieren trabajar, no van a ver los matafuegos, que el lugar esté en orden. Me parece mal que los boliches nos pidan 400, 600 o hasta 900 pesos para tocar en Capital. Es una locura.

¿Cuál sería una posible solución inmediata para las bandas under?
SZ: Hay que juntarse entre las bandas y conseguir que nos respeten como músicos. Hace poco surgió un movimiento de bandas que se juntaron para no pagar más por tocar, porque es un abuso, uno le llena el local encima. Le estás haciendo el favor al dueño del boliche. Hasta hay veces que tenes que comprar una cerveza donde estamos tocando.”

¿Qué criterios ponen en juego a la hora de decidir sobre las propuestas que les llegan?
SZ: Nosotros escuchamos las propuestas y depende de lo que va saliendo, defendemos lo nuestro, por ahora grabamos lo que quisimos, pero nunca cambiaría una la letra o un tema, no seriamos como Miranda

El disco “Sailormen” estuvo producido por Marcelo y Diego Blanco de Los Pericos y Juanchi Baleirón participó en un tema con los muchachos de Maswichtz “Con ellos la mejor onda. Se portaron bárbaro. Nos ayudaron y quedó la mejor amistad”

Holen le pone el pecho a las malas. Demuestran convicciones tanto en la platica, sobre el escenario y en sus letras. Así queda reflejado en el tema La balada donde sentencian: “Para comprender tanta desidia, tristes canciones yo pude escribir por los recuerdos que llegan de mí. Desde mi cuarto me puse a pensar no es tan difícil volver a empezar.”

martes, 29 de julio de 2008

Zelmar Acevedo Díaz o el hombre que escribe y vende sus cuentos en los trenes

“No sucumbir. Saber apreciar el encanto de los destinos adversos”, es la frase que Zelmar Acevedo Díaz hubiera preferido para cerrar la nota. Él escribe y vende sus cuentos en los trenes. Tiene un andar cansino, los pelos revueltos, habla despacio y respetando los tiempos de las palabras. No tiene problema en aclarar de qué trata cada cuento y no pierde la sorpresa en su rostro cuando alguien se interesa en su obra.

¿Cuánto hace que vende sus cuentos en los trenes? ¿Por qué empezó a difundir su obra de esta manera?
Hacia mediados de 2007 debí admitir que el taller de encuadernación artesanal que tuve durante más de quince años estaba fundido. Salir a ofrecer mis cuentos en los trenes fue al principio una reacción desesperada ante mi condición de desocupado. Luego me vi ante el fenómeno de que los pasajeros aceptaban este ofrecimiento, a muchos volvía a encontrármelos en los viajes siguientes y me exigían nuevos cuentos, por lo que tuve que renovarlos permanentemente. Debí imprimir ocho cuentos distintos en un período de seis meses. Ahora, luego de mis vacaciones, estoy sacando al ruedo otros dos. En esta actividad hallé el doble sentido de vivir de ella y de desencajonar mis narraciones. Y de asistir al fenómeno del autor al lector de manera directa, sin siquiera feria del libro ni editoriales de por medio. No discrimino a ningún pasajero. Ofrezco a policías, cadetes de la escuela militar, travestis, prostitutas, hinchas de fútbol. Lo curioso y sorprendente es que mis cuentos son aceptados y leídos por gente que jamás entraría en una librería. Esto empieza a observarse como un fenómeno social. La exigencia de los pasajeros me revela que ellos consideran que estoy ofreciendo un producto de calidad, un producto que los entretiene y los dignifica como lectores.

Intentó alguna vez publicar un libro en una empresa editorial
De hecho he sido editado en Cuba, en España, en el Uruguay. En Argentina sólo figuro en antologías de cuentos premiados en diversos concursos. Incluso presenté en editoriales de Buenos Aires una novela que contaba con el aval de haber obtenido el premio Casa de las Américas, de cuentos premiados aquí y en diversas partes del mundo, en Centroamérica, en Estados Unidos, en Europa. En varias oportunidades me di cuenta de que el libro ni siquiera había sido abierto porque el señalador estaba en el mismo lugar que cuando lo entregué para ser conceptuado por el jefe de ediciones. No hay un solo libro de mi autoría en ninguna librería argentina.

Admirador de Carlos Fuentes, Ernesto Sábato, Zelmar Acevedo Díaz dice que su estilo es heterogéneo: “hay quienes me han dicho que mis cuentos parecen escritos por autores distintos”, explica.
Sus cuentos van y vienen, rompen con las estructuras. Se decía que Roberto Arlt jugaba bastante con escribir “mal”, pero para escribir “mal”, es necesario, en primera medida, saber escribir muy bien y Arlt lo hacía. Zelmar Acevedo Díaz, sin dudas, también.
Sabe que la literatura sabrá adaptarse a estos nuevos tiempos, es optimista al respecto, no vaticina Apocalipsis porque ya ha sucedido en la historia de la humanidad esta sensación de que la fotografía destruiría a la pintura, el cine al teatro. Razona en voz alta Zelmar Acevedo Díaz: “Cada narración, cada ensayo humanístico, cada pieza representada, siguen siendo una botella lanzada al mar, no sabemos si será recogida, cuándo y quiénes la recogerán, y cómo una obra influirá sobre el individuo y, desde ese lugar, alimentará los hilos casi imperceptibles del tejido social”

¿Qué recuerda haber leído que cambió radicalmente o con importancia su parecer?
Entre fines de los ´80 y principios de los ´90 comencé a prestar especial atención a literatura iberoamericana. Recuerdo que empecé nada menos que con La guerra del fin del mundo, de Vargas Llosa. Se produjo en mí una especie de deslumbramiento que no sólo me llevó a leer intensa y sistemáticamente la literatura de nuestra cultura sino que hubo un profundo cuestionamiento de la mía, de lo que yo había escrito hasta ese momento. Gran parte de mi obra fue a parar al piletón de la cocina, donde ardió consumida por el fuego purificador. Una vecina tocó la puerta para preguntar si se estaba quemando algo. Le dije que sí, que se estaba incendiando una parte de mi pasado. Esto coincidió con que, por esa época, estudié durante un par de años normativa de la lengua española en un instituto especializado, con profesoras que poco atrás habían creado la carrera de técnico en corrección de textos en la Universidad de Belgrano. El conocimiento formal del idioma me dio las herramientas para trasgredirlo, para manipularlo, para subvertirlo. Este conocimiento es importante porque la violación de la sintaxis, de los componentes ortográficos, semánticos, incluso morfológicos, no puede realizarse por accidente, dado que esto sería simplemente un error. A partir de entonces sobrevino una nueva forma de escritura, sustentada en cierto dominio de la lengua, no para quedar sujeto de sus normas sino en la libertad para practicarla. Fui descubriendo que toda buena literatura, o al menos el intento de hacer buena literatura, nace de la permanente experimentación. Entonces fueron llegando una variedad de reconocimientos nacionales e internacionales. También por aquellos años inicié la investigación de aquella literatura que mencionara, lo que me condujo a la redacción del ensayo Los grandes en la literatura iberoamericana del siglo XX, que contempla el estudio de la obra de unos 280 autores. Un librero de la Plaza de Armas de La Habana me dijo que mi proyecto era en verdad faraónico, con la diferencia de que los faraones tenían miles de esclavos para construir sus pirámides, mientras que yo estoy solo. No obstante, desde hace más de una década que lo vengo haciendo, aunque tal vez nunca pueda concluirlo, aunque no tenga sentido. Es un impulso que parece estar más allá de su culminación.

Algunos de su cuento tienen a la soledad como principio común y ordenador del texto, ¿a qué se debe tal hincapié en ella?
Aparte de que la creación literaria es en sí una tarea solitaria, considero la soledad como una excelente compañía. Por alguna razón que desconozco, es uno de los abismos del hombre en el que más me ha interesado incursionar. Empleo la palabra interesado no como resolución de la conciencia sino como un impulso del subconsciente.

Pongamos metafísicos: qué es el éxito
En algunos casos puede tratarse de una ambición, en otros sólo del reconocimiento al esfuerzo y a los méritos de la obra de un escritor, que además suele traer aparejado unos nada metafísicos dinerillos que nunca vienen mal. En lo que a mí respecta, tengo muy en claro una cuestión: que si hay algo que no me gustaría es ser el escritor de moda. Preferiría que un lejano lector rescatase un par de páginas dignas dentro de cincuenta años. Reconozco que aquí también podemos hablar de un caso de enorme ambición.

miércoles, 23 de julio de 2008

Entradas gratis para Fiestas Clandestinas




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martes, 22 de julio de 2008

La solución y las migas







PEGA ESTA VIDA, TE LLEVA AL RINCON,
PUEDE NOQUEAR AL MAS CAMPEON”
Pampa Yakuza


La gente quiere soluciones, repiten los políticos, pero también los problemas son necesarios hoy día. ¿De qué se trata esta afirmación, a priori, repugnante? Parece que en los tiempos que corren de inescrupuloso avance multimedial y tecnológico, la gente se hace cargo de problemas, la mayoría estúpidos y el resto susceptibles a una sencilla resolución. ¿Es cierto esto? El psicoanálisis se relame. Ya conoce todos estos trucos. Y también sabe qué le retrucarán las otras corrientes de la psicología. De todos modos aquí tenemos que tocar el hueso, si es que lo hay, claro. A lo mejor la gente esconde su pena de no ser nadie o no importarle a nadie en atribuirse y tomar como grandes e insolusionables situaciones que a veces, incluso, carecen de conflicto y lo estiran al límite de la tortura por la desesperación que provoca no encontrar vetas resolutivas. ¿Qué pasa entonces? ¿Por qué hacerse problema si uno es un pelotudo y todo lo que hace y dice (y escribe) no sirve para nada ni para nadie? No es una mirada despectiva, a lo sumo realista. No se trata de no hacer nada por nadie, se trata de darle su justa importancia, algo tan simplemente complejo como eso. ¿No es ningún problema no hacerse problema?
Perdón por la utilización del término “gente”, es que tan de moda y utilizado está que la selección de un sinónimo puede ser interpretado como un arcaísmo. Es una palabra odiosa “gente” que al parecer dice mucho, pero en realidad no dice nada. “El 35 por ciento de la gente se fue de vacaciones”, ¿y el 65 por ciento de la gente que se quedó?. ¿Conoce a alguien que no le guste irse de vacaciones? La gente quiere saber. ¿Qué gente? ¿Saber qué? ¿Todas las personas que, unidas, dicen formar algo que se llama “gente” quieren saber lo mismo? ¿Por qué? ¿Sociedad, pueblo, gente, masa son sinónimos? ¿Eso es un problema? Depende. No es lo mismo para un tipo que no come hace un par de días y está tirado en la puerta de su rancho esperando que una cuatro por cuatro pase por su calle para salirle al cruce que para otro que recién almorzó en un restaurante de Puerto Madero. Preocuparse por un problema de esta magnitud no le interesa ni a uno ni a otro, uno por desasosiego y el otro por abundancia. ¿Esto es un problema? Seguro, pero su interpretación como natural evita resolverlo.
Por ejemplo: un paciente entra al consultorio del médico con un problema gastrointestinal. El médico le dice, luego de verificar los estudios correspondientes, que tiene una enfermedad terminal. En ese instante, el paciente deja de tener un problema para someterse a la agudeza de la resignación. La persona se abandona y se resigna, ahora ya carga con un problema menos. No obstante, no tener conflictos pone de manifiesto otra mirada, un tanto más vil: significa olvidar los rasgos de prestigio dentro de la cruda realidad que acecha indescriptible. Al parecer problemas tiene la “gente” importante, cuando más alto es el sueldo más responsabilidad, suele afirmarse. Eso irrita. Y la resignación también, aunque no quede otra.
Entonces la tranquilidad (entiéndase: suficiente inteligencia como para interpretar cuáles son los verdaderos problemas) es sinónimo de pereza, de debilidad, abandono e irrelevancia. Y así va la vida: con ganchos, pegando, en la jeta, en la zona hepática, una y otra vez, como en el boxeo, en algún momento se iluminará una mano y el guantazo caerá de lleno. Por eso el estrés vino para quedarse, por ejemplo, úlceras, reumas y mal de amores se descorchan de a montones. Usted lector, por favor, tenga a bien informar si conoce o conoció a alguna persona de más de 60 años con estrés. La posmodernidad, qué bella edad para vivir, con derrochones de buenas nuevas que continúan insistiendo con el progreso. Ahí está, el mundo estresasado con terribles dificultades psíquicas, casi anulados de transmitir emociones, enviando mensajes de textos o chateando con un groenlandés y como el cielo está tan lejos se corre a los pedos para alcanzarlo. Definitivamente, esto es un problema, con olor a comienzo del final.

Vómitos

Las arcadas no son nuevas. Menos aún las ganas de llorar o gritar. Argentina ya fue, tituló la revista Barcelona hace no mucho tiempo atrás. Por arrebato e impericia desde el gobierno, reaccionarios y conservadores vuelven a renacer de las peores tumbas. Sin más escrúpulos. Un par de caras de boludos y otras tantas de indignación les fue suficiente. Un gobierno que se dice progresista y que tropieza con sus propios errores de estadista. Habla de la redistribución de la riqueza como si la fomentara de verdad y no oculta las bellas alianzas que cierra con las peores huestes de la política vendepatria: Solá, Reutemann, Saadi, los convoy del conurbano, Cobos, De Vido, Moreno y otra sarta de personajes que intentan ver a éste como un gobierno de tinte social y redistributivo mientras concede YPF a Eskenasi, no se preocupa por la renta petrolera, ni minera. Cede a Hadad Canal Nueve y ni se mosquea. A este gobierno se les puede entrar varios costados y herir su autonomía de la nada. Sin embargo, las nauseas crecen cuando Miguenz festeja, Macri sale a despotricar, Ripoll se abraza con Buzzi, ¿qué quilombo esta Argentina? Barrionuevo crea una CGT disidente ¿Cómo si con Moyano no bastara para preocuparnos? Los Rodríguez Saá, no puede ser, me digo, con qué tupe estos tipos salen a defender qué, mientras la Argentina se vendía al menor postor en los noventa, ni siquiera abrían la boca. La panza se contrae, los músculos se aflojan. Ahí veo y escucho a los señores de la UCR, no lo puedo creer, los mismos que apoyaban a De la Rúa. “Es un triunfo del país”, afirman. Arcada y vomito. Nueva arcada y nuevo vomito. A Argentina se le viene una brava. Ni De Angeli, ni Buzzi defienden a los pequeños productores, eso seguro, no creo que el gobierno lo haga tampoco. Pero si lo pensarán de verdad porque en tantas notas no dijeron nada y se unieron a la mal bendita Sociedad Rural y se abrazaron a las señoronas de la Recoleta. Encima los medios masivos son cada vez hipócritas, pero si me meto con estos no termino más. Cierro los ojos, luego de un eructo jodido. El vomito siguiente tiene sangre. Argentina ya fue, mientras tanto, resistir es la consigna... Vuelvo a vomitar, los retorcijones continúan triturándome el estómago, casi ni respiro. La plata la manejan los de siempre, los pobres siguen siendo pobres y los ricos más ricos. El 40 por ciento del país no morfa o morfa salteado. ¿A quién le importa? Ya sin ganas, exhausto, vuelvo a vomitar, una vez más... ¿será la última?